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Sahara Occidental: ¿por qué no se soluciona el “conflicto”? - Article de Mayka de Castro

Sahara Occidental: ¿por qué no se soluciona el “conflicto”?

Mayka de Castro Rodríguez. Rebelión

Suman ya más de 30 años en los que Marruecos se ha negado a realizar el referéndum de autodeterminación propuesto por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) como solución al llamado “conflicto del Sahara Occidental”, eufemismo que evita denominar la verdadera causa de dicha situación: la ilegal ocupación marroquí del territorio saharaui. Durante todos estos años Marruecos ha provocado, intencionadamente, un statu quo de la situación para favorecer sus propios intereses económicos. El país alauí sabe que el paso del tiempo le beneficia: no tiene ningún problema en dar largas a la ONU proponiendo como único fin las negociaciones con el Frente Polisario y rechazando una y otra vez el referéndum de autodeterminación, pese a que en numerosas ocasiones el pueblo saharaui ha amenazado con volver a la guerra. Mientras, se suceden los acuerdos económicos que comprenden las tierras del ex Sahara español sin que Marruecos reciba alguna represalia legal por ello. Ni por expoliar los recursos naturales saharauis, ni por vulnerar los derechos humanos de las personas de los territorios ocupados. ¿Por qué?

La interminable historia de las resoluciones

Después de que en 1991 entrara en vigor el alto al fuego del llamado Plan de Arreglo de la ONU junto con la Misión de Naciones Unidas para el Referéndum del Sahara Occidental (MINURSO), los planes de paz de la Organización se fueron sucedieron sin éxito alguno.

El Plan Baker de 2003, sin embargo, supuso un cambio de rumbo: la aceptación de que Marruecos rechazaría cualquier resolución que supusiera su salida pacífica del Sahara Occidental, incluso si un referéndum así lo determinaba. Nadie dudaba que de las urnas saldría una victoria de los independentistas saharauis, pero el abandono ejemplar posterior por parte de Marruecos no estaba tan claro. Así que James Baker, la máxima persona de confianza del entonces secretario de la ONU Kofi Annan, diseñó una solución por etapas: el territorio saharaui gozaría de una autonomía limitada durante un máximo de cinco años para luego someterse a un referéndum. Pese a que comprendía la participación de los colonos marroquíes asentados en el territorio durante estos 30 años –que forman un gran porcentaje de la población del Sahara Occidental y están a favor de su ocupación– Marruecos no aceptó el Plan Baker.

En su lugar, el rey de Marruecos Mohamed VI hizo su propia propuesta: un plan de autonomía para el Sahara bajo soberanía marroquí. La constante reiteración del plan soberanista llevó a Baker a la dimisión. Le sucedió el peruano Álvaro de Soto, circunstancia que tanto Francia como España –países interesados en mantener unas buenas relaciones diplomáticas con Marruecos– quieren aprovechar para imponer retoques al plan Baker y hacerlo digerible por Marruecos. Miguel Ángel Moratinos incluso propuso hacer negociaciones al margen de la ONU, lo que levantó las criticas del Frente Polisario .

Las últimas resoluciones (1754 y 1853) muestran la impotencia de la ONU frente a Marruecos. La Organización se limita a exhortar a las partes a que “entablen negociaciones de buena fe y sin condiciones previas” –cosa que es absolutamente imposible e incluso contradictoria, ya que la ONU reconoce el legítimo derecho del pueblo saharaui a la autodeterminación– y a posponer la MINURSO, que ya ha sido prorrogada catorce veces.

¿Qué impide que Marruecos acepte el referéndum?

El Sahara Occidental es un territorio rico en recursos naturales de alto valor en el mercado. Ya en 1974, el Banco Mundial definió al país norteafricano como el territorio más rico de todo el Magreb por contar con el banco pesquero más importante del mundo y las mayores reservas de fosfato encontradas hasta ese momento. Los beneficios de la explotación de estos recursos, en vez de ir dirigidos al desarrollo de la población saharaui, consolidan la ocupación marroquí.

Pese a que Marruecos carece de potestad para conceder licencias sobre terreno saharaui, el país alauí ha llevado a cabo importantes planes económicos con diversas empresas, la mayor parte europeas. Según un informe de la Organización Mundial del Comercio (OMC), la Unión Europea aglutinó un 72,8% de las exportaciones de Marruecos en 2007, lo que convierte a todos los países miembro de la Comunidad Europea en cómplices de la ocupación y el expolio marroquí. Un ejemplo de ello es la concesión en 2001 de la extracción de reservas de gas y petróleo de la costa saharaui a las multinacionales Total Fina Elf (francesa) y Kerr- Mcgee (norteamericana). La estrategia es clara y redonda: Marruecos cierra estos tratados para involucrar a potencias con fuerza en el Consejo de Seguridad y legitimar así su invasión desde dos puntos, el geopolítico y el económico.

El negocio de los fosfatos

El fosfato es considerado como una de las materias primas de primordial interés. Constituye la base de la alimentación mineral de las plantas, de ahí su enorme trascendencia como fertilizante. Se usa también, a escalas importantes, en la fabricación de detergentes, cosméticos o determinados tipos de papel. En los últimos años se ha revalorizado el precio de la tonelada , llegando a costar hasta 400 dólares según un informe del Banco Central de Marruecos. Esto significa que el Gobierno marroquí gana alrededor de 1,2 millones de dólares anuales con la industria ilegal en el territorio ocupado del ex Sahara español, según indica dicho informe.

Historia del expolio: Marruecos se hace con el yacimiento de Bu- Crá

J. M. Ríos, ingeniero de minas, cuenta en sus memorias que Marruecos y Mauritania comenzaron a interesarse por la administración del Sahara Occidental a partir del descubrimiento, en 1965, de una gran zona rica en fosfatos. Diez años más tarde, aprovechando la convulsa situación interna por la que pasaba España, ambas potencias africanas acordaron con el gobierno español que éste debía abandonar el Sahara Occidental antes del 28 de febrero de 1976 para ser ocupado por aquéllas dos. Las negociaciones, en las que no había representantes del territorio saharaui, pasaron por alto los mandatos de la ONU, que recalcaba la legitimidad del derecho de autodeterminación del Sahara según la resolución 1.514/XV de 1960, donde se proclamaba una “Declaración para la concesión de independencia a los países y pueblos coloniales”. Pero además, el acuerdo tripartito de Madrid supuso el abandono por parte de España de todas las actividades económicas en el territorio saharaui; entre ellas la de extracción de fosfatos.

La empresa española Fosfatos de Bu-Crá S. A. (Fosbucrá) pasó a cargo de la marroquí Office Cherifien des Phosphates (OCP), quien obtuvo un 65% de sus acciones, según lo estipulado en los acuerdos de Madrid. De esta forma, la propiedad del rico yacimiento de fosfatos de Bu-Crá, situado en El Aaiún (capital del Sahara Occidental), considerado por muchos como el más importante del mundo –1.300 millones de toneladas de mineral de calidad vendible– pasó a ser administrado por Marruecos. Éste unió sus planes económicos por los recursos naturales del Sahara Occidental al argumento de que el territorio pertenecía históricamente a Marruecos. El Tribunal de la Haya, en un juicio propuesto precisamente por Rabat en 1960, negó tal hipótesis y dio la razón a la ONU, que defendía el derecho de autodeterminación del pueblo saharaui. Aún así, Marruecos obtuvo el 65% del capital social de Fosbucrá, empresa valorada en 5.850 millones de pesetas en 1976 y que provenía de la Empresa Nacional Minera del Sahara (EMINSA), concertida en Fosbucrá al descubrir el rico yacimiento saharaui de Bu- Crá. Los yacimientos saharauis pasaban de estar en manos del país colonizador a estar en manos de Marruecos, el país ocupante, sin que el pueblo saharaui interviniera en alguna de las decisiones sobre sus propios recursos naturales.

El comercio silencioso, doblemente beneficioso

Actualmente Marruecos, mediante la OCP, es el primer exportador mundial de fosfatos y propietario de las tres cuartas partes de las reservas mundiales de este mineral, de vital importancia para la agricultura, la industria de fertilizantes y la industria química. Los dos únicos países que podrían competir con Marruecos son EE.UU. y Rusia, pero éstos son a la vez grandes consumidores, por lo que prácticamente se autoabastecen. Por otra parte, Estados Unidos no boicoteará los planes económicos de Marruecos con Europa, ya que el país americano también está interesado en que Marruecos comercie con los recursos del Sahara y no parece probable que envíe permanentemente a Europa fosfatos a bajo precio.

Es destacable la investigación que Western Sahara Resource Watch realiza respecto a las empresas que trabajan con Marruecos. La organización denuncia que en la cadena de obtención y distribución de fosfatos también participan empresas españolas. Concretamente, denuncia la actividad de la naviera ERSHIP, S. A., que transporta los fosfatos que la OCP obtiene hasta España, y de los almacenes de FMC Foret, donde se descarga y se compacta el mineral en sacos para volver a mandarlos de nuevo a Marruecos. La implicación de las empresas españolas en el círculo del expolio marroquí no es más que un beneficio a añadir para Marruecos, que comercia con los recursos saharauis silenciosa y silenciadamente por la clase política y mediática española, sin recibir represalia alguna por ello.

El negocio de la pesca

La plataforma continental del Sahara Occidental es una de las zonas pesqueras más ricas del planeta. Cuenta con una extensión de más de 150.000 km2 y una gran diversidad de especies: unas 200 de peces, 60 de moluscos y varias de cefalópodos y crustáceos. Esta riqueza permitió a Marruecos desarrollar un sistema exportador que no exigía ni grandes capitales ni inversiones en la tierra firme de la colonia, lo que significa que el comercio ilegal de los recursos naturales de los saharauis implica sobre todo ganancias. Además, casi la totalidad de la mano de obra utilizada en la pesca y su industria en Sahara Occidental es de origen marroquí, lo que significa que el crecimiento del sector redunda en el establecimiento de ciudadanos marroquíes en territorios ocupados.

El jugoso acuerdo con la Unión Europea

En mayo de 2006 la Unión Europea firmó un acuerdo de pesca con Marruecos que incluía las aguas del ocupado Sahara Occidental. Suecia fue el único país que votó en contra, mientras que Finlandia, Irlanda y los Países Bajos dieron su apoyo condicionado al acuerdo adjuntando declaraciones relativas a la inclusión de las aguas del Sahara Occidental. Aún así, el acuerdo obtuvo 409 votos a favor, 167 en contra y 66 abstenciones a pesar de que el Grupo Interparlamentario se opuso al acuerdo pesquero, que definía directamente la zona de pesca como " las aguas bajo soberanía o jurisdicción del Reino de Marruecos”. Paradójicamente, España, nombrada por la ONU como país ex colonizador responsable de la independencia del Sahara, fue el Estado miembro más beneficiado, puesto que obtuvo 100 de las 119 licencias de pesca , así como la autorización para capturar 400 toneladas al año de especies pelágicas –sardina, caballa y jurel– de las 60.000 que se repartieron los socios europeos.

La condescendencia del gobierno español

El gobierno de Zapatero ha intentado suavizar las difíciles relaciones diplomáticas que existían entre Madrid y Rabat desde la ocupación del ex Sahara español. El imparable y dramático flujo de inmigración ilegal, la eterna reclamación marroquí de Ceuta y Melilla, el conflicto diplomático desencadenado por la 'invasión' marroquí del islote de Perejil en 2002, los recelos tras el 11-M... todo ello ha ido provocando sucesivos enfrentamientos entre la diplomacia española y la marroquí.

Sin embargo, los intereses comerciales han sido un motor impulsor de importantes vínculos bilaterales. Parece que el actual gobierno intenta recuperar el enterrado Tratado de Amistad, Buena Voluntad y Cooperación de 1991, en el que el entonces presidente de España Felipe González y el primer ministro marroquí Azeddine Laraki acordaron “cooperar en el sector de la pesca marítima” y realizar “programas para la producción de sistemas de armas, material y equipos de defensa destinados a cubrir las necesidades de ambas partes por medio del intercambio de información técnica, tecnológica e industrial”. El intento de acercamiento a Rabat como estrategia política ya se preveía al principio de la anterior legislatura de José Luis Rodríguez Zapatero, cuando viajó a Marruecos antes que a ningún país tras su llegada a la Moncloa. De una forma más burda, el pasado enero el gobierno español regalaba ocho lanzabombas a Marruecos como “prueba de su hermandad”, demostrando una vez más, no ya la defensa de la ocupación marroquí, sino su desinterés absoluto ante el estallido de una nueva guerra entre el Frente Polisario y las fuerzas marroquíes.

El presidente de España también expresó su apoyo a la propuesta de autonomía que Marruecos presentó ante la ONU, la cual excluye la posibilidad de celebrar un referéndum. Tal determinación obtuvo el rechazo absoluto de la RASD y de Argelia, que subió en un 20% en precio del gas a España aprovechando que éste cubre un 60% de las necesidades energéticas españolas. Sin embargo, la línea política exterior no ha cambiado en lo que se refiere a las relaciones con Marruecos, para quien toda condescendencia es poca.

Recapitulación y alguna conclusión

La solución legal está en el aire desde que se produjeron los Acuerdos tripartitos de Madrid. Tanto la ONU como España –responsable del Sahara como potencia ex colonizadora– han demostrado en varias ocasiones su condescendencia con Marruecos. De hecho, instar a las partes a una negociación “sin condiciones previas”, como hace la ONU, es dar la posibilidad a Mohamed VI de defender su soberanía ilegítima sobre el pueblo y las tierras saharauis. Resulta obvio, después de ver las buenas relaciones comerciales que Marruecos tiene con grandes potencias como la Unión Europea, que lo que impide represalia alguna hacia el país ocupante son los jugosos acuerdos económicos en los que están implicados países con fuerza suficiente como para, si fuera necesario, vetar una resolución de la ONU (es el caso de EE. UU. y Francia, que son miembros permanentes de la Organización).

Mientras, a la represión constante en los territorios ocupados se le suma la difícil situación que viven los saharauis en los campamentos, donde han aumentado los suicidios de los jóvenes que no ven salida al conflicto. De esta forma, el paso del tiempo, convertido en pandemia para el pueblo saharaui– se torna en la estrategia perfecta para Marruecos, que se beneficia de ello gracias al silencio político y mediático de los países occidentales, principalmente europeos. Posiblemente, si algún día se llega a celebrar el referéndum de autodeterminación, la mayor parte de la población del Sahara esté compuesta por colonos marroquíes a los que se les ha facilitado trabajo en sectores agropecuarios e industriales que, paradójicamente, crecen gracias a una explotación ilegítima de los recursos naturales del Sahara. Eso, si antes no se desecha una solución que arrastra ya más de 30 años de titubeos y puntualizaciones, formalizando la autonomía del Sahara Occidental bajo soberanía marroquí y disfrazando tal decisión de “logro” legal. El pueblo saharaui quedaría así fuera de las decisiones que le inmiscuyen por segunda gran vez en su historia.

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